Luis Perez Aguirre
y olímpicos cada vez más masculinos. Lleva plena razón Paula Landes al afirmar que Someterse a la guía de la religión tradicional es sujetarse a una especie de violación espiritual ; rechazarla es ser presa de una poderosa soledad “.
Hagen dice que "los hombres hacen la historia, pero las mujeres son la historia. Las mujeres mayas conocían muy bien que su calendario litúrgico estaba basado en su ciclo menstrual; su propio cuerpo era un verdadero calendario. Era la vida, era la historia"(11).
revoluciones constatables a simple vista. La primera tiene que ver con la reciente conquista del control de la fecundidad por el control químico (vía la píldora), que transfiere hacia la mujer poderes masculinos ancestrales al interior de la pareja. Y la segunda revolución se vincula al resquebrajamiento del patriarcado. Uno y otro acontecimientos ya están modificando sustancialmente el control del territorio que desde tiempo inmemorial se atribuyó a la autoridad masculina. Estas dos revoluciones van cambiando lenta pero sin pausa el paisaje social.
•siembran más de la mitad de los alimentos en el mundo
•representan el 35% de la fuerza de trabajo remunerado
•realizan el 60% de las horas trabajadas
•reciben solamente el 10% de los ingresos
•poseen sólo el 1% de la propiedad.
¿Es posible imaginar una tecnología que dignifique lo femenino de la personalidad humana? ¿Una tecnología que trabaje a favor de la naturaleza y que no trate de dominarla? ¿O un sentido de la seguridad que no haya nacido de la dominación del mundo, sino de la confianza, de la amistad y del cariño?. Es imperioso que la mujer plantee como problema algo que está más allá de las posiciones puramente políticas, económicas y técnicas. Que plantee la urgencia de dignificar aquellos elementos de la personalidad humana que siempre han sido etiquetados y denigrados como "femeninos" y que luego han sido suprimidos.
Descartes con su Cogito ergo sum ("pienso, luego existo") influyó hasta hoy la identidad de la mente racional. Encerrados en nuestra mente, sostiene Capra, hemos olvidado cómo pensar con nuestros cuerpos, cómo servimos de ellos para llegar al conocimiento. Hemos separado la mente de la materia y así se llegó a la idea de un universo mecánico, integrado por objetos aislados.
Y esa mentalidad cartesiana de la naturaleza influyó en la manera de cómo abordamos la femineidad y el medio ambiente, entendidos como constituidos por partes separadas, sujetas a la
manipulación y explotación sin tener en cuenta su equilibrio y armonía. La explotación de la natural eza y de la muj er se reali zaron paralel amente, al amparo del sistema patriarcal que veía a ambos como seres pasivos, sometidos al hombre. La concepción newtoniana de la ciencia reforzó ese mecanismo de explotación de la naturaleza y manipulación conjunta de la mujer y el cosmos.
Es necesario desembocar en lo que Capra define como una "ecología profunda" (12), enraizada en una nueva percepción de la realidad, que va más allá de la estructura científica, que llegue a un nuevo conocimiento y sabiduría intuitiva de la realidad, de la unidad de la vida y de sus múltiples ciclos de cambio.
Así va emergiendo una nueva conciencia con la que la persona se siente vinculada a la totalidad del cosmos.
Esa nueva conciencia ecológica aparece como verdaderamente espiritual y entronca con las grandes manifestaciones místicas que pasan por Heráclito y San Francisco de Asís.
Lo femenino enjaulado y violado
Y el otro polo del problema, junto al de la justicia y los derechos igualitarios, es el de la identidad femenina. Es la posibilidad de salir de su confinamiento, de su universo "privado" marcado por el ritmo de la reproducción y aspirar a la condición de "ser humano" y "persona". La identidad femenina se funda en lo que constituye la experiencia de la mujer, en la especificidad de su psiquis y de su cuerpo sexuados en relación recíproca con el varón y la naturaleza.
El cuerpo de la mujer sigue representando un punto central de la cuestión femenina: el cuerpo con el que se identifica a la mujer en su diversidad natural respecto del varón y que pasa por una suerte de prisión natural y cultural. Ese cuerpo representa a los ojos de la mujer y del varón realidades tales como la de la maternidad, contracepción, aborto, sexualidad, lesbianismo, violación y estupro. Son problemas de un cuerpo enjaulado que no puede liberarse de su prisión y que impide a la mujer expresarse y ser reconocida como persona. Es la mujer objeto, producto para el lucro junto a los escaparates de la cosmética, el marketing, la trata de blancas y la prostitución.
Más allá de la diversidad natural del cuerpo de la mujer, y que la lucha por la liberación de la mujer pase por su cuerpo enjaulado, el acceso a ser persona pasa por la toma de conciencia de que el sólo haber sido creada para una función específica es, en la cultura patriarcal, sinónimo de inferioridad, de desigualdad y de dependencia. Se debe deslindar la identificación total entre
cuerpo femenino y función social de la mujer. La liberación debe atravesar el cuerpo femenino para llegar a proponer un nuevo concepto de él y una nueva imagen social que sea nacida de la ruptura con la identificación social patriarcal. Simone de Beauvoir decía en su célebre libro Le Deuxiéme Sexe que "la feminidad basada en factores anatómicos y biofisiológicos es mitología cristiana, romanticismo ingenuo o preconcepto social". Más allá de la parcialidad de esta afi rmaci ón, debemos reconocer su fundamento de verdad y concluir que lo que hace que la mujer sea tal no son factores accidentales, como sus órganos genitales, sino algo mucho más radical. La femineidad se constituye por un existencial de la realidad humana, pertenece a l a esencia histórica y permanente de lo humano, corresponde a un modo de ser en el mundo. En este sentido debemos decir que el nivel ontológico del sexo (más profundo y vasto que el genital) nos indica que la mujer es siempre un ser necesario para el hombre y viceversa. Es un tú personal necesario para la completa hominización. Podemos hablar entonces de una reciprocidad fundamental entre lo masculino y lo femenino. Están en una relación dialogal profunda y enriquecedora. Por eso toda mujer posee su carga de animus (masculinidad) y el hombre su dimensión de anima (femineidad) que a ambos invade en toda la dimensión de su realidad intracelular.
Entonces masculino no es sinónimo de varón, ya que hay masculinidad fuera del varón, o sea, en la mujer. Y femenino no es lo mismo que mujer, ya que hay femineidad en el varón.
Estamos aquí ante una observación de vital importancia porque de ella se deducen consecuencias esenciales para la relación entre el varón y la mujer. Lo menos que podemos hacer es advertir de aquí en más que la nefasta identificación masculino-varón y femenino-mujer ha traído consigo todas las discriminaciones arriba mencionadas y la distorsión actual en la comprensión de las relaciones de complementariedad entre el varón y la mujer. Aunque diferentes, lo masculino y lo femenino se interpenetran; cada ser humano es simultáneamente masculino y femenino en una densidad proporción propia de cada uno.
Si ser humano significa masculinidad y femineidad como modos diversos de ser en el mundo, no existe ninguna dependencia de inferioridad o de superioridad entre ambos. Tampoco se puede hablar de complementariedad como si uno de ellos estuviese incompleto. Lo que existe entre el varón y la mujer es reciprocidad. Y por esa reciprocidad y ese mirarse en el otro se llega a la plenitud masculina o femenina. Y cuanto más cada uno es el o ella misma, tanto más recíprocos podrán ser. Es en este intercambio vivencia de mutuo dar y recibir lo específico de uno y otro como maduran y van asumiendo sus propias características. La reciprocidad es algo mucho más vasto que las relaciones sexuales-genitales propias de la pareja. La reciprocidad sexual lleva en sí el respeto al aspecto ontológico de la sexualidad humana. Lo masculino y lo femenino se expresan en una dimensión mucho más amplia que la genital. El ejercicio de la genitalidad es sólo una de las formas en que se manifiesta la sexualidad humana.
Es obvio que percibimos la diferencia varón-mujer y ella puede ser objeto de análisis. Pero esta diferencia nos remitirá siempre a una unidad de fondo que es el ser humano que no se deja captar directamente sino a través de esas mismas diferencias. Es imperativo que la mujer cobre conciencia de su femineidad reprimida por el tutelaje masculino y decida aparecer como un "lugar diferenciado". La mujer no es un hombre parcial. Hasta hoy se la ha considerado como una desviación abstracta de la categoría universal de ser humano, que no es otra cosa que una proyección del varón. En cualquier caso, a la mujer se le ha definido siempre exclusivamente en función de su relación con los hombres y de allí fluyen todos los estereotipos femeninos. Para superarlos es necesario definir de nuevo lo femenino, no en términos de desviación o de negación de la norma masculina, sino como forma recíproca de respuesta a la vida, tanto la de la naturaleza como la del varón.
El paso de lo que podríamos definir con una truculencia del lenguaje como "hembra humana" a "mujer" no se debe entender como una sucesión cronológica, sino como una variación posible dentro de la realidad humana. La distinción entre "hembra" y "mujer" radica en que se nace hembra y se llega a ser mujer. El ser mujer pertenece al ámbito de l a hi stori a. No se nace mujer, sino que la mujer se hace ... (socioculturalmente). En este sentido el ser mujer pertenece no sólo al universo psico-físico, sino también al universo socio-cultural. Es conocido que los estudios de antropología cultural, al poner de manifiesto el carácter relativo de las formas culturales femeninas, han resaltado la condición histórica de la mujer. Lo mismo están haciendo los actuales estudios de crítica histórica y social sobre la condición femenina.
Se debe advertir que una concepción típica de nuestra cultura occidental contemporánea fragmentó la concepción de naturaleza con dualismos y dicotomías entre persona y naturaleza,
La mujer ecológica y sus derechos
La explotación de la naturaleza se realiza desde antaño paralelamente m la explotación de la mujer. El sistema patriarcal ha amparado un r c cimiento de travestización de la naturaleza
benévola en pasividad, -.,entras que la visión de una naturaleza salvaje y peligrosa dio origen a la idea de que ésta debía ser controlada por el varón. Al mismo tiempo,en el mismo acto de travestización, se retrataba a la mujer como un ser pasi vo y somet i do al hombre. La ancest ral relación de la mujer y la naturaleza enlaza de este modo la historia de ambas y es el origen del actual parentesco natural del feminismo y la ecología que se vuelve cada día más esencial.
La ruptura que nuestra cultura ha hecho entre hombre y naturaleza, entre varón y mujer y su concepto de explotación de los recursos, es característica de resabios cartesianos, que han
La realidad vista desde "el reverso de la historia , desde la mujer pobre y el explotado nos muestra cómo las vías ecológicas de aproximarse a la naturaleza eran eminentemente participativas. La naturaleza misma era la fuente de vida a respetar y la mujer, como agricultora, cuidadora de selvas y bosques y administradora de los recursos hídricos era la científica natural. Su conocimiento doméstico era ecológico y plural. El símbolo de la Terra Mater, la tierra como la "Gran Madre", creadora y protectora de la vida, ha sido una experiencia compartida a través del tiempo y las culturas.
La mutación conceptual de Mater a "materia", aunque apareciera como un cambio progresista desde concepciones supersticiosas a otras más racionales, debe sin embargo ser considerado, desde una genuina concepción de la naturaleza y de la mujer, como un cambio regresivo y violento. Produjo la crisis ecológica y la muerte del principio femenino en el proceso diario de supervivencia y sustento. A la violación de la naturaleza se ligó la violación y marginalización de la mujer, productora y reproductora de vida, no sólo en su realidad biológica sino también en su papel social de proveer sustento y sentido. Este drama de violencia y explotación de los recursos limitados de la naturaleza exige que sea recuperado el principio femenino y se vuelva esencial para la liberación no sólo de la mujer y la naturaleza, sino también de la sociedad patriarcal que es esencialmente depredadora y retrógrada.
No es nueva esta advertencia ante las catástrofes ecológicas que esa sociedad patri arcal empieza a provocar en el Planeta. Sus empresas industriales contaminan agua y aire. Los desechos de su producción con afán de lucro matan los peces y los vegetales de los mares, enrarecen la atmósfera con gases tóxicos, perforan la capa protectora de Ozono, aniquilan a los productores naturales de oxígeno (como los bosques y las algas marinas...).
Un nuevo léxico de la vida cotidiana nos está advirtiendo sobre la conciencia emergente de un drama en curso: contaminación de las rapas freáticas, efecto de invernadero, residuos tóxicos, lluvias ácidas, destrucción del ozono estratosférico, mareas negras... Todos son términos que hace pocos años eran desconoci dos. Son producto de una naciente angustia planetaria. La extinción de los recursos para la vida no renovables, el aumento incesante de la contaminación ambiental, nos va conduciendo inexorablemente a un colapso ecológico de magnitud incalculable que puede culminar en una venganza cósmica capaz de germinar la especie humana de la superficie del planeta llamado narra.
La militancia por los derechos de la mujer y del pobre jamás podrá -enunciar, si no quiere auto-invalidarse, a luchar por la integridad de la - •ada de la creación. Deberá militar contra las heridas mortales que se r rimen a la mujer a la tierra, su biosfera, su atmósfera y sus aguas.
El varón y la mujer no sólo deberán luchar en contra de las aberraciones ecológicas que ponen en peligro la vida de los humanos. Tendrán también que luchar por salvaguardar y elevar la calidad de vida de los mismos. Esa lucha debe ser entendida como la autorealización plena del ser humano que despliega sus posibilidades en cuanto ser social inmerso en el cosmos. Aunque no es una realidad medible cuantitativamente, existe un sistema equilibrado de indicadores que va más allá del mero desarrollo económico. Este, considerado aisladamente de los otros aspectos vitales, ha llevado a que el Planeta sea cada vez menos habitable.
(10) Citado por Elizabeth Badinter en L'un est l'autre, Edit. Odile Jacob, Paris 1986 "
(11) Citado por Julia Esquivel en Peace Spirituality in the Third World Searching for a Spirituality for
peacemakers, Pax Christi International, Antwer
pen, 1988, p. 58.
(12) CAPRA, Fritjof, The turning point,
4 comentarios:
Bueno, estuve ojeando esto, porque es bastante largo y la verdad es que por lo que lei, otra vez, creemos ser justos, democraticos e innovadores y profesionales, pero seguimos con la misma mente patriarcal machista de toda la vida. Y yo no puedo culpar a nadie, soy un producto de la sociedad y eso esta muy dentro mio. Con las generaciones tal vez cambie.
Jamás voy a poder leer un post tan largo. Prefiero agarrar el Capítulo de la Banda Oriental.
empeze a leerlo pero me frustre un poco yno lo pude terminar..
"Tengo un sueño..."
y me voy a dormir :-p
Publicar un comentario